lunes, 1 de abril de 2013

Los últimos suspiros

Últimamente la muerte nos mira tanto de reojo que a veces los ojos se le caen y tiene que recogerlos del suelo con sus huesudas manos y colocarlos en las huesudas cuencas de su cara. Pero estamos tranquilos porque no es a por nosotros a por quien viene, sino a por él. Preocupados, inquietos, expectantes, pensamos en qué ropa negra tenemos en el armario. 
La camilla del hospital rueda lentamente hacia su tumba, aproximando a su flácido cuerpo y a las babas de su bata hacia un destino incierto. Por si fueran pocos los trastornos funcionales de su cuerpo, anoche le administraron -por una terrible equivocación- la medicación del viejo loco de la habitación de enfrente, que no paraba de chillar al día siguiente mientras el otro dormía infesto de sedantes y pastillas para las alucinaciones. 
Sus manos hinchadas serán pasto de gusanos, recuerdo atroz en la memoria. Serán pálidas antes de ser solo hueso o de ser nada. Allí en un nicho nos esperará pacientemente, guardando el torpe beso que nos dio al despedirse. Allí recordará la soledad de sus últimos momentos, ese tipo de soledad tan terrible que es difícil de explicar. Allí, bajo una cruz, descansará en paz a ojos de los vivos, que a veces asomarán su cabeza para soltar algún suspiro e irse a tiempo para tomar el cocido.
Probablemente lo velen con traje de chaqueta, camisa y corbata elegantes, como si fuera a casarse con la muerte. Me pregunto si a mí me pondrán un vestido de novia, aunque el ramo vaya a estar sobre la lápida. El maquillaje lo reservo también para ese día, cuando la sangre ya no acuda a mis mejillas y hasta mis fieles ojeras hayan desaparecido. Me parece justo que mis seres queridos me recuerden con el mejor aspecto posible, ese que hubieran deseado para mí en vida. Tonos rosas en párpados y labios, más oscuros en los mofletes. Las uñas procuraré llevarlas arregladas de antemano. "Parece que está durmiendo", diremos. Dirán. 
Sin embargo, ella será la que nunca le podrá olvidar, la que arrastrará su recuerdo por todas las esquinas de su casa. Ella, que ha destinado casi toda su vida a cuidarlo, permanece todavía a su lado, no importa el cómo ni el por qué, ella se entrega a él. Apenas come, apenas duerme, muchos vienen y se van, pero ella se queda siempre. Ya incluso le ponen de comer las enfermeras. Tampoco importa si existen palabras o no de agradecimiento, fiel compañera seguirá siendo, a su manera. A pesar de todo no quiere que se vaya, lucha aunque no tiene fuerzas, es lo que tiene que hacer. Cansada, siempre tiene una sonrisa para él. Cansado, él solo puede mirarla. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario