domingo, 14 de julio de 2013

Tac tac tac, suenan los zapatos al pasar

La gente pasea babeante bajo la gran cúpula con sus mandíbulas inferiores desproporcionadas y rebosantes de mugrientos dientes indispuestos. Los ojos muy abiertos. Algunos van juntos pero no se hablan -familias, parejas, amigos-, en su mente resuena únicamente un pensamiento, una especie de "sdhusifhaweiogfuweiotgju". Se dan la mano. Miran a todas partes, como buscando algo, cualquier cosa, aunque no la necesiten. Necesitan encontrar, aunque no se tengan. Sostienen bolsas en sus manos, es lo único que tratan con cuidado. Pasos descontrolados. En el interior de las tiendas también hay personas babeando, inclinándose sobre el mostrador miran a la puerta o a través de los cristales y a veces hacen gestos con los brazos para atraer a los paseantes. Algunos cambian de color, se vuelven morados, rojos, verdes, según el de los escaparates. Entran, manosean la ropa y otros productos, la lanzan por los aires sobre sus cabezas y sonríen, si es que con esa boca se le puede llamar sonrisa a lo que esbozan. Les gusta tanto que se la comen y la tienen que pagar, aunque algunos no pagan. Cuando intentan hablar suena algo parecido a "bla blu blá" y se sienten satisfechos. Saben lo que dicen, incluso pueden llegar a entenderse entre ellos. Sueño con el día en que la cúpula esté vacía, habitada solo por un aire que susurre abandonos a la nada. Un día en que, sin causa aparente, por el mero placer de ser, se derrumbe y de sus escombros crezca, por lo menos, una flor. 

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