viernes, 6 de octubre de 2017

No pongamos más límites que esos

Acabar con los patriotismos.
Reconocer al otro
por las líneas de la palma
de su mano,
que son muy parecidas a las tuyas.

No quemar las banderas:
reciclarlas,
cortarlas en retazos
y coserlas todas entre sí
para formar la funda
de un edredón bien calentito
con que abrigarnos todes
cuando quedemos para dormir
al aire libre
mirando las estrellas.
Y si, aun así,
alguien tuviera frío
podría arrimarse
a la persona más cercana
y acurrucarse en ella.

Abajo las banderas,
porque un país no es más
que una vasta extensión de tierra
que no nos pertenece más allá
de la que pisan nuestras suelas
-y ni siquiera eso-.

Porque sí,
quiero conocer
todas vuestras costumbres,
todas vuestras lenguas;
incluso yo quiero sentir
que pertenezco a algo…

Pero insisto: mirémonos las manos.
Donde termina nuestra piel
comienza el mundo,
no pongamos más límites
que esos.

Ni donemos tan gratuitamente
la libertad infinita de los pueblos.
Nadie puede decidir mejor por ti
que tu propia cabeza.
Que sin banderas ya no habrá,
compañera,
ninguna tela que poner
en el palo de las guerras.

Que, óyeme bien,
no estoy soñando.
Lo que ocurre es que
despierta
tengo ideas locas
que pueden hacerse realidad.

sábado, 30 de septiembre de 2017

No te vayas sin probarla

Yo he comido mucha soledad
a lo largo de toda mi vida.
Se me ha llenado la boca de ella,
no podía tragar más
y aun así me la seguía comiendo.
Yo he gritado a la gente
“¡estoy sola!”
y como no me escuchaban
se lo empecé a gritar a los papeles.
Yo me he pegado
en la cara puñetazos
a causa de esta soledad.
He dejado de comprender el mundo
al estar sola
y al mismo tiempo
lo comprendí mejor que nadie.
Yo, tan joven,
con canas ya en el alma.
Yo he vomitado soledad
por los cuatro costados
y todavía lo hago
de vez en cuando.
Y tú también lo haces.
Y no se librará nadie.
Pero no temas:
la soledad tan solo es el camino
de regreso hacia una misma.
Si no te sientes bien ahí
no busques bifurcaciones
ni precipicios donde lanzarte,
sigue caminando
-y cambia mientras tanto-,
sigue,
sigue,
sigue,
hasta que te acabes follando
contra un árbol
y todo lo demás
te parezca más mediocre,
menos infinito
que tu propio amor
volcado hacia ti misma.

Entonces descubrirás
que la vida es de barro
y que tú
tienes unas preciosas manos
de artesana.

sábado, 23 de septiembre de 2017

Porque las nubes son blanditas

Voy a volar.

En cualquier momento
voy a volar,
así que ten cuidao:
que vuelo.

Que en cualquier momento me piro,
que te querré menos,
que no siempre podré regar
las flores de tus dedos,
que no siempre podré pintar
otros corazones
de acuarela,
que a veces solo queda el negro
en mi paleta de colores
de tanto querer usar los otros.

Y el gris:
puede que ese también
lo encuentre intacto.
Prometo intentar
usarlo más.

Prometo intentar no salir corriendo
detrás de cada mariposa fluorescente
sin importarme que sea por mar
o por montaña...

Pero también prometo hacerlo.

He leído libros
donde existían personas
como yo.
Escritos por ellas mismas.

Todas ellas corrían
y se daban de hostias
una y otra vez,
aprendiendo con ello
constantemente.

Todas ellas tenían
la sonrisa más grande
y la tristeza más grande,
tan grande como el universo.

Y sufrían
cuando sufría el resto
y no sufrían
cuando se lo decía el resto;
cuando decían “haz esto
o aquello”
ellas reían,
preciosas como libélulas.

Pero lo que quería decirte es
que sé volar.

Que no tengo miedo de caerme
si no encuentro a tiempo
árbol donde posarme
porque sé levantarme sola
aunque a veces dude
de mí misma.

Así que no intentes ser árbol
y grítame a la cara que puedo.

Y que te encantan mis plumas.

Una siempre vuelve
adonde la apreciaron.

domingo, 30 de julio de 2017

No pido tanto

Quiero estar con gente
que me trate bien,
no pido tanto.

No pido que sonrían siempre,
que me traigan a la cama
el desayuno
o me llamen cada vez
que me surja un problema
para ver si necesito algo.

Todo eso estaría genial,
pero no lo pido.

Te hablo, no sé, por ejemplo
de alguien que conozca mi nombre,
que cuando me vea
me diga “hola”
-aunque sea porque es
lo que se suele decir
en estos casos-
o cuando haga algo por ella
sepa que “gracias”
es la palabra correcta.
Que no tenga que ir,
diccionario en mano,
para explicar lo que significa
“perdón”
si algún día se equivoca.

Claro que me gustan los besos,
los abrazos
a la altura del corazón,
las bromas,
las risas que te mantienen viva
tres semanas…

Pero creo
que nos entendemos.

Gente que me trate bien.

Gente que merezca la pena
porque no te pone triste.

Porque no te la da.

lunes, 24 de julio de 2017

El mal

Menos mal que sufro.
Porque si no sufriera,
¿quién cuidaría
estas preciosas ojeras?

No tendría excusa para cuidarme;
sería feliz como cualquiera.

Es un miedo ancestral
que no sé de dónde viene
aunque sí adónde me lleva.

Y si yo no sufriera
tal vez no me llamara Sonia,
me llamaría Marta
o Patricia.

No estaría escuchando
canciones de amor
como una gilipollas
que ha creído -que cree-
tener algo que nunca fue.

Pero no tiene causa mi desgracia,
es misteriosa:
como una pluma
sobre unos labios azules,
pálidos,
inertes.

Es misteriosa
y se llama Sonia
y a veces me hace encogerme
mientras susurro “duele”.
Y esa palabra es
como un barquito a la espera
de un río de lágrimas dulces
que le permita avanzar.

Y ese barquito…
Menos mal que sufro.
Porque si no nunca vería el mar.

domingo, 2 de julio de 2017

Imagino, qué

Si yo fuese una mariposa
en lugar de mosca
seduciría a los árboles
con mis graciosas alas:
a los sauces,
a los cerezos.
Bailaría con otras mariposas
con vuelo tranquilo
pero rápido.
Conquistaríamos a las terrestres lombrices,
los pájaros envidiarían mi ligereza.
Si yo fuese una mariposa
sería blanca
porque ahora soy negra.
Sería silenciosa
porque ahora todes me oyen llegar
con mis sonoro vuelo,
agradaría porque ahora me repudian
y quisieran aplastarme
porque molesta mi naturaleza,
tendría pequeños ojos
porque ahora los tengo grandes
y rojos
y veo demasiado bien la mierda.
Si yo fuese una mariposa
no sería mosca…
pero me querría de la misma forma.

viernes, 7 de abril de 2017

Nico

Viniste
y no te fuiste hasta que te matamos.

Cuando yo llegaba a casa
tú venías
como si no hubieras estado allí hasta ahora
y ronroneabas
contándome qué se yo… las pestañas,
mientras me olisqueabas
y me decías “hola”.

Jamás venías, en cambio,
cuando me iba.
Habías comprendido perfectamente
la promesa implícita
en cada uno de mis besos:
que siempre
siempre volvería.
Volvería a mi hogar: tú.
Volvería a suplicarte abrazos
para curar mi herido corazón,
volvería para impregnarme de tus pelos
porque eran mi mejor vestido,
volvería para compartir la cama
con quien amo
y susurrarte buenas noches
con una sonrisa cansada
-y, sin embargo, de las mejores
que he podido esbozar-,
volvería porque me aterrorizaba
la posibilidad de que sintieras
por un jodido segundo
el corazón vacío,
abandono,
soledad;
volvería por si querías jugar
o mirarme,
o que te abriera la ventana
para que olisquearas el aire.
Para que olisquearas el aire
como me olisqueabas a mí
hasta que te matamos.

Porque el mundo, mi amor,
ya no podía respirarte.
Y un mundo que no puede respirarte
debe irse a la mierda
pero no contigo dentro.

Ahora que eres un ángel: vuela.
Yo seré tu aire.