sábado, 26 de diciembre de 2015

El color psicodélico de las pestañas.

La niebla cubre todo el suelo hasta las rodillas
y al cerrar los ojos veo
el color psicodélico de las pestañas.
Mi culo está donde siempre,
los pájaros están donde siempre,
el ruido está donde siempre
-su origen aún se desconoce-.
No es cierto que al llamar a un árbol “¡Madera!”
te responda,
no es cierto que si gritas “¡España!”
España te responda.
Pero sí que yo tengo
un sombrero de hojas,
un gato con cara de perro,
oveja,
insecto,
ardilla voladora
-ardillus voladorus preferirían
llamarla algunos-.

¡Qué drama descubrir que se es un esqueleto,
qué drama descubrir que tienes corazón
y piensa!
Me da miedo que el cielo sea un mar
que pueda desplomarse sobre mí
en cualquier momento.
Por suerte siempre tendremos cuerdas,
madera,
un país...

CÓMO QUISIERA

Quisiera poder contarte a ti
la forma en que se posa el sol sobre las piedras,
la ausencia inesperada de las nubes,
la forma en que se hunde mi mano
en el pelo de un caballo.

Quisiera contarte a qué sabe la tierra,
que cuando caminas por encima
no importa dónde llegues,
solo si tienes bien atados los cordones de las botas
que se hunden en ella felizmente.

Es tal mi pasión por comunicarte el silencio,
o cómo escarban entre las hojas secas
del jardín dos cuervos…

Y los animales: las ovejas, los corderos,
los gatos, los perros grandes y pequeños.
Y los animales:
los pavos,
las hormigas.

Y este sol que no se va
que es permanente
que quiere a las montañas
y es muy superior a la escritura…

Quisiera poder contarte todo esto,
aprender a hacer barro o perfumes
de niebla
pero no lo entiendo.
No entiendo la lengua de las mariposas,
por eso solo puedo contarte que estoy sola
y que me gusta.
Y que estar sola solo tiene sentido
si estás salvaje.

Venvenvenvenvenvenvenven

Ahora voy a comer leche con galletas como lo hacía el abuelo: troceándolas todas dentro y comiéndomelas con la cuchara cuando estén blandas...
Ahora me hundo en la más absoluta miseria al recordar que no está, ahora reuno a todos los pianos del mundo para que me lloren. Y recuerdo su jersey verde de lana, o de lo que fuera, pero sobre todo su risa, nuestras risas, que delataban, desnudos, nuestros sentimientos. Su risa, su risa sin dientes. 
Podría olvidar cualquier cara menos la suya, ¿acaso no he olvidado la de Javi en cuatro días? Pero casi recuerdo cada arruga en el rostro de mi abuelo. Ojalá no recordar este dolor que siento ahora. Tan puro. Letal. 
Abuelo... he comprado galleas María. Tienen fibra, pero no mucha. No saben igual, pero solo ven...