viernes, 30 de mayo de 2014

Por qué me gustan los gatos y odio a las personas

[Atención: contenido inflamable altamente infantil. Si se considera una persona lo suficientemente madura como para huir de aquí ahora, hágalo. Hágalo ya sin dudarlo]
*ejem*
Para mí, un gato es un ser peludo irresistiblemente achuchable; cuanto más gordo, más achuchable, y da igual lo antipático que sea, pues seguiré intentando establecer contacto con él con el único fin de achucharlo y asfixiarlo entre mis brazos. Sin embargo, no me pasa lo mismo con las personas, incluso siendo simpáticas conmigo puedo llegar a odiarlas. ¿Por qué ocurre esto? Os preguntaréis las mentes ávidas e inquietas, la razón es muy sencilla: los gatos no hablan. Es cierto que pueden ponerse a maullar en mitad de la noche por el pasillo sin venir a cuento y despertarte, pero no puedes odiarlos, porque son gatos. Ahora, que algún humano ose despertarme de la siesta y verá...
A un gato le da igual lo mucho que le quieras, porque como le toques un poco las narices te va a zampar un mordisco de los de llorar y va a seguir su camino felino hacia la auto-realización sin remordimientos mientras tú te desangras. Luego, en los momentos más inoportunos, irá a darte mimos, o debería decir a pedirlos o autoacariciarse usándote en su propio beneficio. Son adorables y no les importa serlo, son bordes y no les importa serlo. El caso es que ellos son así: se la suda todo, van a su rollo, la mayor parte del tiempo sin molestar a nadie o sin intención de hacerlo. Así soy yo también, solo que parece que yo sí molesto, ¿por qué? Porque los humanos hablan. Los humanos hablan, y con ello exigen, reprochan, generan ideas, se inventan hipótesis y teorías y, lo que es peor, creen llevar la razón en todo lo que dicen. Jamás verás a un gato indicándote cómo te tienes que vestir, cómo tienes que dirigirte a tal o cuál persona, qué gato es superior o inferior a él -obviamente todos son inferiores-, no te preguntará si deberá peinarse hacia un lado u otro, sencillamente no se peinará, ¿para qué? Pues eso digo yo, ¿para qué? ¿Para qué peinarse pudiendo tener un gato? Ya basta, lo único que va a exigirte es que le alimentes varias veces al día, que le dejes un hueco en la cama y que le dejes en paz. Pero una persona jamás va a dejarte que seas tú misma, te hará miles de preguntas y te dará un montón de órdenes sobre cómo tienes que comportarte con ella y con lo que le rodea, y en cuanto no te ajustes un poco al esquema te lo echará en cara a la menor oportunidad. ¡A la mierda los esquemas! Dejadme caminar sola y con gatos, que se confundan nuestras huellas y que nunca más tenga yo que volver a hablar con nadie. Aprenderé a maullar, y cuando algo me desagrade morderé y maullaré y me ahorraré el tener que dar elaboradas explicaciones sobre mi pensamiento que nadie va a escuchar. Los gatos no te obligan a ablandar tus ideas, no reprimen su parte irracional a no ser por las consecuencias, y hasta en eso les saco yo ventaja: estoy por encima de las consecuencias. ¿Cómo puede alguien estar por encima de las consecuencias siendo consecuencia? Tampoco un gato va a darte nunca una respuesta, y es que no la necesitas. ¡Y son tan limpios! Aprovechan cualquier ocasión para acicalarse, y con esa lengua puntiaguda con la que se lamen sin pudor los genitales luego te dan besitos espinosos que te exfolian la cara. Y si te descuidas se beben el agua de tu vaso, porque todo es de todos, y luego, inocente de ti, beberás como si nada de eso hubiera ocurrido. ¡Serán comunistas...! También pueden tirarse horas en coma, en la misma posición mirando un punto fijo -un punto que no eres tú, porque los gatos pasan de mirarte- con total indiferencia, olisqueando el aire, olisqueando una pared donde no hay absolutamente nada. Así son ellos, unos grandes exploradores, unos grandes aventureros indiferentes... ¿pero cómo indiferentes? diréis, indiferentes porque tienen que convivir con nosotros, los humanos, los que nunca se callan, nada oyen y observan demasiado haciendo muy poco.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Esa noche la primavera la había mandado fría y húmeda

Había un sujetador, a pesar de la penumbra podía distinguirlo. ¿Habían dado una fiesta allí? Probablemente no. Más bien parecía que alguien había tirado esa ropa por las gradas intermedias del anfiteatro, esa ropa que la gente no quiere y dona a los pobres en bolsas de plástico pensando que ellos sí van a quererla. En fin, se puso a curiosearla con la vista entre la oscuridad y siguió caminando por las gradas, bajo la luna, con las manos en los bolsillos. Esa noche la primavera la había mandado fría y húmeda, así que llevaba puesta la capucha y por eso tenía las manos heladas. Adelantaba un pie, giraba sobre él y de este modo iba girando sobre sí misma como una bailarina cansada y despreocupada, dando vueltas al anfiteatro; la soledad le devolvía una esencia que perdía en público y que solo se puede recuperar caminando y en silencio. Subió a las últimas gradas, donde adquiría más altura, y se sentó en la piedra. Tenía la sensación de que alguien la observaba; ¿serían unos ojos en aquel árbol? Miró a su alrededor pero, como esperaba, no había ningún alma, la gente se refugiaba en sus casas. Los pavos del parque aullaban a lo lejos, tal vez les molestaba la luz de las farolas, porque nadie les había preguntado a qué hora les venía bien que fueran apagadas, o tal vez solo maullaban porque los humanos eran estúpidos. Pero eso daba igual, porque se oía el ruido de los coches a lo lejos, y más allá veía las luces de algunas casas; desde allí lo veía todo, pero nadie la veía a ella, que, agazapada como un gato, recibía el viento en las mejillas con una leve sonrisa. Se sentía bien de estar viva y poder tocar algo tan muerto como el viento; casi podía cogerlo como a un pétalo con perfume o un bolígrafo roído. No necesitaba más que esa soledad y esa sensación, sí... pero la noche acabaría y llegaría el día siguiente, donde ya no estaría sola, estaría ella misma rellena de muchas más cosas, y rodeada de sonrisas que a veces pasarían por su lado y la harían también sonreír, a veces, pero ya no se sentiría flotar... y probablemente, en su escritorio, podrían encontrarse un puñado de papeles con poemas garabateados, destartalados y mediocres, peleándose entre ellos.


La mayor parte del tiempo vivo confusa
y asustada por la realidad
y le suelto mis púas.
Ni siquiera sé si mis padres
fueron erizos o me adoptó una cobaya
y me crió mal.
Los mayores no pronuncian el amor
a sus hijos porque lo han sufrido
y se lo lanzan como una patata seca
que ellos se empeñan en explorar,
entonces sufren y no hablan más de ello.
Así se perpetúa la eterna tragedia
del no saber querer,
junto a la confusión que nos hace
necesitar a otros para reducir
la incertidumbre de la soledad.
Una patata seca flotando en el mar
es un pésimo flotador.
La mayor parte del tiempo vivo confusa
y asustada
y desconfío de ella tanto como de mí.


No me pidas que no me escupa
en cada palabra,
que no hable con mis vísceras
porque, ¿quién me va a escuchar
si tú no estás?
Yo no puedo comunicarme
y por eso soy silencio.
Mi idioma es el de unos pasos
sin zapatos
y sin pies,
el de una caricia
con las uñas sin cortar,
áspera, áspera como la sal
y dulce como el tiempo que sonríe
y te consume como una taza de té.
Pero también sé de besos en los ojos,
de silencio con los ojos;
no me pidas que tenga párpados
ni orejas
porque tengo palabras calladas
que solo saben ladrar.
Pídeme el infierno, allí puedo arder
por cualquier cosa,
por hablar.
Te prometo que no sé reconocerme
y tengo sueño
de tanto mirarte las pupilas
y no te apagues, por favor,
sé mi infierno, sé mi perro
y te prometo no ladrar
ni prometerme con la muerte.
Por ti puedo ser un gato.
Por ti, soledad.

sábado, 3 de mayo de 2014

Las 10 señales de que se está viviendo el verdadero amor

(Parodia de este artículo).

1. Te deja entrar primero a cagar
Llegáis a casa dispuestos a descargar la maquinaria,. Si, antes de enfrascaros en una despiadada lucha por apoderarse del baño, te deja pasar primero significa que se preocupa por ti y por tu bienestar, por encima del suyo (por supuesto, si no solo no se lo ofreces tú sino que además aceptas es que a ti te importa una mierda su bienestar y eres una persona despreciable).
2. Miente
Le pillas viendo porno y pelándose el calabacín –o frotándose el hormiguero-, sin embargo insiste en que solo está excitado/a porque está pensando en ti y en todas las cosas que podríais hacer junticos; de hecho, solo lo ha hecho para ser mejor contigo en la cama (o donde sea) Esto demuestra que le importas y quiere mantener, por encima de todo, una relación contigo hasta que la muerte os separe.
3. Te regala una flor
Vais por el parque, los jardines están repletos de rosas y él, o ella, decide agacharse para cortar una y entregártela como muestra de amor verdadero. Tiene espinas y pincha, y en el fondo le da pena arrebatarle la vida a la planta, pero solo quiere complacerte y es por ello que antepone a sus ideas tus necesidades. No encontrarás a una persona como ésta, valórala.
4. Canciones
Estás en el supermercado un lunes de mierda pensando en tus desgracias cuando de repente suena la canción de Mercadona y te acuerdas de esa persona. Anuncian el litro de agua a 0,90 céntimos, no importa que sea tu oportunidad para ahorrar, porque estás pensando en ella, en los momentos que vivisteis juntos.
Si además aprovecha para cantarte canciones inventadas y estúpidas con cualquier excusa significa que contigo no tiene vergüenza y confía mucho en ti.
5. Compañía
Si cuando estás solo te desesperas y no aguantas para estar otra vez en su presencia, si tienes las paredes arañadas por la agonía, y hasta los brazos destrozados por los nervios, que te impulsan a autolesionarte bajo la culpabilidad de no hacer nada para estar juntos en ese preciso momento... No lo dudes,  lo que sientes es amor, independientemente de si estás bien o mal de la cabecita.
6. Te manda a la mierda
No solo no escucha atentamente todo lo que le dices, sino que te manda callar o a la mierda cuando algo no le interesa lo más mínimo, ahí hay sinceridad. Puedes contar con él para lo que necesites, su palabra es de fiar.
7. Sexo
Cuando le cuentas tus problemas no le importan lo más mínimo, pero aun así intenta consolarte metiéndote mano hasta en el DNI hasta que logra penetrarte –o ser penetrada-. ¿Qué mejor regalo que un orgasmo? Quiere que te sientas bien. Con esa persona en tu vida nunca tendrás tiempo para las lágrimas y viviréis en un mundo mágico de penes y vaginas.
8. Compromiso
Desde que está en tu vida no sientes otra cosa que ganas de abandonar el trabajo, los estudios o el sofá e irte a vivir a la selva a tener cachorros con él/ella. Sientes que ha llegado el momento de abandonar la civilización, incluso podrías prescindir de un brazo o de cualquier otro miembro sin el que pudieras seguir viviendo si eso supone una garantía de estabilidad, de que vais a estar siempre juntos.
9. Recuerdos
No puedes dejar de pensar en su persona y en todos los momentos que habéis vivido juntos. Si cuando cagas, cuando pasas tu lengua sobre un limón en la frutería o cuando te follas a tu gato vienen a tu mente su olor, el tacto de su piel y eso, no la dejes escapar: ha conseguido llegarte hondo y eso es la cima del amor, del amor verdadero.
10. Fe
Te has convertido al catolicismo. Crees en todo lo que te dice y en lo que tú le dices y necesitas creer en la vida eterna, el único lugar donde vuestro amor evidente y único podrá alcanzar el nirvana, el satori, la gloria, el paraíso, la plenitud absoluta.