domingo, 5 de octubre de 2014

Cómo brillar tras un cristal opaco

Gustaría de no hablar con nadie por no molestar,
por no ser analizada y, sobre todo,
por no molestar.
Hablaría solamente con poemas
cual chinches supurándome las venas,
si pudiera,
o lazos que besaran mis muñecas.
Hablaría de mis penas
y luego nada,
me iría por ahí a ser feliz:
niebla, árboles, correr desnuda.
Si nos desnudásemos más ante la gente
hablaríamos menos y escucharíamos más,
e, irónicamente, menos. Oh paradoja
cruel de los hijos de la vida.
Tocadme los senos, madre del aire,
cubridme de pieles perfumadas de las flores,
buscadme un huequecito al lado de una ardilla,
cavadme un agujero o un sepulcro
donde pueda yo comer arena,
para usar la boca en otra cosa que escupir.