He oído al silencio hablar
y a las mariposas
fracturarse los tobillos.
He aprendido
que no basta con mirar,
a veces hay que ver,
ponerse los ojos del revés.
Los niños pasean las cometas
como si fueran conejos
por el césped
y los ancianos se cansaron
de esperar a la muerte,
en vez del periódico
leen a Nietzsche.
Caracolas cuelgan de los cuellos,
caracoles hierven en las ollas;
reciclar está de moda,
con espinas de salmones
fabricamos acordeones
y tocamos en el metro
para comprar más salmones.
Y en los bancos regalan turrones
marrones
que no tienen almendras.
Cuando los cartones de vino
y los cartones de humanos
se cierran
abro mi ventana
y escribo a las estrellas
con lápiz blanco,
de forma que nadie lo vea:
"El silencio ha hablado."
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