De vez en cuando me preguntan
si sigo escribiendo.
Entonces me llevo a mí misma
a una esquina de mi cuarto,
pongo dos sillas,
me pongo delante de mí y,
posando suavemente mi mano
sobre la rodilla de mi otra yo,
me pregunto con toda seriedad:
¿Es esto que hacemos escribir?
¿No seremos unas impostoras?
Escribir suena como muy grande
y nosotras somos tan pequeñas…
Pero, fíjate, escribir se hace
incluso con algo más pequeño
que nosotras:
con un simple boli
o unas teclas.
¿Acaso a tratar de poner en orden
estas flores secas,
este vacío,
este universo,
esta energía fulminante,
esta rabia mal disimulada,
este amor miedoso…
se le puede llamar escribir?
¿Es necesario que alguien te lea
para poder decir que escribes?
¿Cómo sabes si alguien te lee
incluso si te lee?
¿Cómo se sabe si alguien te ve?
Y, sobre todo,
¿cómo se hace
para que no te importe?
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