martes, 2 de julio de 2013

Miss Nobody.

Era muy frustrante: quería llorar y no podía. Se sentía fatal y no lograba liberar esa tensión que la oprimía. En cambio se sentía como paralizada, necesitaba urgentemente el llanto o quién sabe si terminaría volviéndose loca.
¡Expresar tanta tristeza! Resultaba tan difícil. No sabía cómo hacerlo, creía que simplemente debía llorar para que se fuera.
-¿Te presto una lágrima? – oyó decir a una voz invisible, dulce y delicada.
-Vale- respondió ella.
Pudo comprobar cómo una gota húmeda bajaba desde su ojo por la mejilla. Al llegar a la barbilla, se desprendió de su rostro y cayó lentamente al suelo.
La muchacha bajó la vista y vio que había ido a caer sobre un charco que había junto a sus pies.
¿Serían sus… y por eso le era imposible llorar? Mientras pensaba en esto se percató con horror de que el charco se iba haciendo más y más grande. O acaso era ella la que empequeñecía. Eso debía de ser, porque al poco comenzó a volverse menos nítida hasta terminar disolviéndose en aquel lago de lágrimas y agonía, como alguien que nunca hubiera existido. 

Y nadie pudo hacer nada por evitarlo. 

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