“Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan”
y tiene que venir alguien
a estirarnos el alma
de un vacío robado.
En absoluto conozco su rostro,
en absoluto me dejo arrastrar
por el agua que brota de sus
ojos.
Oh nadie, tu herida no será
diferente de las otras;
tu piel me está diciendo
que no hay nada tras los huesos
que oculta:
ni siquiera un corazón de plata,
fino y duro, desecho de miradas.
Para ti, que no existen las
palabras,
el suicidio tampoco es una
opción,
pues no existe en tu pensamiento
como en el de la dama Pizarnik
y su rostro desfigurado tras poemas
que arden en un grito.
Algo recorre estas letras,
es un bicho
derritiendo sus patas
sobre abismos que almacenan
a personas de noches indistintas
con sus propios abismos;
es un hueco de veras,
es una confesión entre la arena.
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