lunes, 31 de mayo de 2021

Esto va de eñes

Lo bonito de soñar

es que no sabes que lo estás haciendo.

Los sueños solo son bonitos

mientras sueñas,

después aparece la realidad.

Y la realidad es la siguiente:

 

Tú no vas a venir aquí a rozarme un brazo

con el tuyo,

a tocarme el pelo,

a llamarme por mi nombre.

Tu voz aterciopelada no va a aparecer

desde el otro lado del teléfono

porque no llamarás

porque nunca llamas

-y eso está muy bien-.

Me tendré que conformar

con buscar un libro

del color de tus ojos

aunque me queme las manos al leerlo.

No me vas a decir

nada de lo que quiero oír

-y, de verdad,

te lo agradezco-.

Ni siquiera me vas a decir

nada de lo que no quiero oír

porque, sencillamente,

no vas a decir nada.

Tú y yo solo somos eso:

un abismo de silencio hasta que

-por casualidad,

siempre por casualidad-

volvemos a ser tú y yo,

sin haber un tú y yo

ni nada de eso.

 

Yo soy

dolorosamente consciente

de los castillos en el aire que estoy construyendo.

Y me voy en busca de ladrillos,

sabiendo que no voy a encontrar

un puto ladrillo de aire,

ni dos,

ni tres,

pero –no sé por qué- no quiero creerlo.

Supongo que, en el fondo…

¿Acaso podemos decir

que no existen

solo porque nadie los ha visto?

Pues no.

Yo seré la más lista

y, de buscarlos, los encontraré

y ya podré decir, por fin,

que me sirvió de algo

soñar sabiendo que sueño.

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