Oh lágrima que desciendes
por montes iracundos,
desperdicios de épocas pasadas
en que consumíamos con exceso.
Tu estela no nos servirá
para evadirnos de errores futuros,
pues aquí yacemos
con todos nuestros huesos que agonizan
entre finísimas venas de colores.
Las aves ensordecen
al picotear los ojos de los muertos;
no son muy diferentes
de quien se posa debajo de un búho.
Aquí, lágrima,
pura
y sola
y otra vez pura,
solo hallarás condena. ¡! Gasten cuidado al asomarse a la ventanita
Por eso te pido que te seques,
que no cedas,
que desertes.
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