domingo, 5 de mayo de 2013

Sé feliz, si sabes cómo.

La filosofía –o los humanos que la practican, es decir, cualquiera que se haga preguntas- dice muchas cosas, entre ellas que el objetivo final del ser humano es ser feliz, hallar la felicidad. Sea o no, he aquí la gran incógnita: ¿Qué es felicidad? Muchas son también las respuestas. No obstante, ¿cuándo sabemos que el número de respuestas a una pregunta ha concluido? Creeré que tal es infinito, que una pregunta jamás se termina de contestar, pues siempre puede venir alguien detrás a proponer algo nuevo, sea cierto o no -¿y qué es lo cierto?-, y me atreveré a hacer mi aportación.
Entonces, ¿es la felicidad el placer? ¿Acaso una mentira, un invento del hombre, un consuelo? Supondremos que alguien se ha sentido feliz alguna vez, mejor: lo ha sido. ¿Eran momentos efímeros o un estado duradero? ¿Cabe en la felicidad la tristeza, el dolor, o cualquier otro sentimiento que no nos es agradable? Si fuera así, diríamos que es un estado que se prolonga en el tiempo. Sería, por tanto, una percepción del propio individuo, una filosofía arraigada en él, a la que llamaremos, básicamente, su vida. Y como no hay vida sin dolor o padecimiento, la felicidad habrá de convivir con ellos necesariamente. No hay milagros. Como he dicho, me gustaría participar en este juego de respuestas y decir que, sea o no yo feliz -no olvidéis que uno puede hacer con su vida lo que quiera independientemente o no esto encaje con sus propias teorías o pensamientos-, quizá sepa lo que es la felicidad.
Felicidad es rodar por el césped sin miedo a aplastar una mierda. Es detener la mente y empaparse de todas las cosas que suceden alrededor como un mero observador. Ver cosas que antes no estaban allí. Es sentirse en un nivel de conciencia superior, de tranquilo éxtasis. Es reír, es llorar. Dar puñetazos a una pared y saber que la pared va a seguir siendo pared y tu puño un puño. Felicidad es que no te importe nada y te importe todo al mismo tiempo. Es, en definitiva, no necesitar explicar lo que es felicidad. Ni mucho menos demostrar que se es feliz.
No intentes alcanzarla, es absurdo, simplemente sé la felicidad. Sin engañarte, sin banales ideales que nunca alcanzarás. Tampoco la esperes, no es como el cartero o el mal tiempo, que tarde o temprano vienen. No la esperes porque la felicidad no va con quien la espera o necesita, no siente compasión, va a su bola, no se deja coger. Su función, si es que tuviera, es contener a aquellos que realmente la comprenden; acogerlos en su seno o ser acogida por ellos en una perfecta armonía donde todo cabe. Lo que menos, el miedo o la debilidad.

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