jueves, 2 de mayo de 2013

Os voy a contar una cosa...


Hoy me apetece escribir. Recuerdo que un día decidí ser poeta; como cuando decides si echar o no queso a los macarrones, yo decidí ser poeta. Y me senté, como ahora, frente a un papel en una pantalla –qué absurdos son los papeles ahora, ni siquiera los puedes tocar-. Prefiero no mencionar lo que ocurrió después, pero decidme, ¿cuántos de ustedes han decidido ser algo que todavía no se puede definir? Tras tantos años, tras tantos tantos. Les confesaré que el reto más difícil es ser poeta y ser feliz. ¿Cómo puede sentir uno un mínimo de júbilo en el corazón cuando ve a los pájaros colgando de los árboles con la lengua fuera? ¿O sentir congoja al observar los rayos de sol que salen de sus ojos? Los poetas estamos todos locos, y solo los locos quisieran ser poetas. En cualquier caso, adoro correr de puntillas entre campos de rojas amapolas, dando saltos, estirando bien las piernas o los brazos, para luego ir a caer de bruces en el Mar Negro y seguidamente ahogarme. Están los poetas que saben nadar, los que no, los que sin intentarlo se hunden y, aun así, ¡viven! Y se quedan ahí en el fondo escribiendo bellas poesías de tinta negra (corrida) que se desprenden para convertirse en peces, ¡y qué peces! Mientras tanto los de arriba fabrican empapados las gaviotas, que se comen los peces o se cagan en el mar o se mueren porque estaban enfermas, o deciden que les gusta más la ciudad. ¡Pero qué, ¿acaso podéis vivir sin agua, o sin aire…?! Las dos cosas son necesarias y elegir no es una opción. Los poetas de agua, los poetas terrestres, los poetas agua-terrestres… cojan todas estas etiquetas y péguenselas en el culo, que las etiquetas no sirven para nada ni en la ropa. Lo mejor es bucear en el vacío del cerebro y pescar –pero, oye, ¿para pescar no hay que estar fuera del agua? ¡No cuestione, no ve que soy poeta!- las palabras esas que están sueltas para amontonarlas en alguna parte y después llamarlas “inspiración”. ¡Ay, ay, ay, hoy me siento inspirada! ¡Voy a pescar mientras buceo! ¡Voy a…! O bien: hoy no estoy inspirada, voy a hundirme en la bañera a ver si se me ocurre algo… ¡Pero muchacha! ¿No ves que solo tienes que comerte las hojas y cagarlas ya escritas? Como he dicho, hoy me apetece escribir, así que me voy a cagar -¿o ya he venido?-, disculpen mi lenguaje, es que hoy no fui a saltar entre amapolas y ni siquiera me caí al mar. 

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