Existe gente con una imposibilidad para la comunicación. No os sorprendáis, es así: existen. Y están por todas partes. No es difícil distinguirlas, pero sí darles un nombre. A menudo, cuando estas personas hablan (pues ellas creen de verdad comunicarse, llevar el mensaje de su corazón o sus entrañas a los oídos del oyente, cosa que finalmente no ocurre), imagino que se les desencaja la mandíbula, y de esta forma siniestra, con los ojos y la boca bien abiertos, comienzan a expulsar espuma por la boca entre terribles convulsiones que afectan a todas las partes de su cuerpo. En esta espuma blanquecina, casi grisácea, que vomitan (a veces pienso que involuntariamente) pueden apreciarse, por supuesto, algunas letras flotando, pero nada nos vienen a decir. Y si diera la casualidad de que consiguen unirse para formar algo coherente, resulta ser algo terrible que hubiera sido preferible no escuchar. Es cierto que en ocasiones me he detenido para escuchar atentamente aquello de que hablan las personas imposibilitadas para la comunicación, lo que únicamente me ha servido para confirmar la validez de la metáfora que he mencionado.
Me atrevo a aventurar que estas personas sufren, a pesar del daño ocasionado a los demás, daño que creo que no me equivoco al elevarlo a la categoría de problema de salud pública. Digo que sufren porque ha de ser como vomitar una bola de pelo una y otra vez, bola que se regenera, incansable, a pesar de que no se lamen a sí mismas, pues consideran que no hay nada que limpiar. Y por eso su cuerpo se autolava. Pero no hay tiempo para más explicaciones, sobre todo si tenemos en cuenta que el tema sigue siendo un misterio para la ciencia. Mas, si se me permite el privilegio, quisiera terminar ofreciendo un humilde consejo. Cuando os encontréis con una de estas personas, lo cual ocurrirá, probablemente más pronto que tarde, sentid la compasión que inspiran. Claro que es más fácil el odio, pero tras la experiencia de tantos años he visto la tendencia de estos desenlaces: interminables peleas de bolas de pelo. No olvidemos que no hay posibilidad de comunicación con ellas y, aunque se diera la minúscula situación en que lograran entender lo que decimos, seguirían incapacitadas para poder decir lo que pretenden, motivo por el cual toda conversación pierde el sentido.
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