Quiero compartir contigo el encanto del color que adoptan las habitaciones a oscuras cuando se cuela, despistada, la luz naranja de las farolas de la calle. El coco que tenemos desde hace dos semanas en el frutero -si lo agitas, como comprobando si está vivo, junto a tu oreja suena agua dentro y sueñas-. Mostrarte colores que nadie puede ver y para los que aún no tengo nombre. Mostrarte la tristeza de cuando te hablo sin verte, escribirte ni nombrarte. Mirarte sonriendo poco. Indicarte en el cielo el lugar de aterrizaje. Preguntarte cuándo y, si fuera posible, dónde vamos a construir un reino para gobernar a nadie. Cuántos árboles vamos a tener. Explicarte cómo me tomo la leche con cereales, por la mañana y por la noche, para espantar al sueño y que venga caprichoso a acurrucarse. La nostalgia de ti y el olvido de ti que no me dicta versos. La contradicción que soy mientras te beso el verso de la comisura de tus labios.
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