No me conozco, pero estaría encantada.
tratando de explicar a su gato
por qué no puede ocupar
su sitio de dormir.
“No le importas a nadie: ni a Aristóteles,
ni a Kant, ni a Rawls…
Los gatos no podéis razonar, escribir
poesía, enloquecer…
¡No tenéis alma!
Yo, mi persona, tú...”
Y hablar palabras,
hablar, hablar en voz alta
que se cuelgue de las lámparas.
Y luego reír,
con los ojos inyectados en
“no sé qué coño
está pasando...”
Siempre original, siempre sorprendente.
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