miércoles, 1 de julio de 2015

Cuento infantil

-Papá, he visto una camiseta muy chula de mi grupo favorito, ¿me la compras?
-Pídesela a tu madre.
En otras circunstancias, Toto iría al salón y su madre, tras barajar si merecía o no la camiseta, le daría finalmente el dinero. Pero su madre no estaba en el salón ni en casa, ni siquiera en un kilómetro a la redonda, porque sus padres estaban separados. Su padre era una lagartija y su madre una chicharra. Las lagartijas y las chicharras nunca se habían llevado muy bien, pero en una noche de pasión Toto fue engendrado, y la chicharra y la lagartija se tuvieron que casar. Ahora Toto era una mezcla de ambos, mitad chicharra y mitad lagartija. Es por ello que no terminaba de congeniar con la gente y no tenía muchos amigos. En el colegio le habían apodado “Chichartija”, pero en el fondo le temían un poco, porque era tímido y retraído, y al no ser como los demás –no era ni una hormiga ni un hipopótamo, una cabra o una jirafa- no podían predecir su conducta y optaban por ignorarle.
Cuando acabó el fin de semana, Toto volvió a casa de su madre.
-Mamá, he visto una camiseta muy chula de mi grupo favorito, ¿me la compras?
-¿Por qué no se la pides a tu padre?
Toto no contestó. Se fue a la habitación y abrió su hucha, sacó el dinero y se fue. Pero al llegar a la tienda, le pasó una cosa extraña, y es que ya no le apetecía comprarse la camiseta que anhelaba. No porque fuera a comprarla con su dinero y no el de sus padres, sino porque sentía en el corazón algo así como una pluma melancólica, una punzada de tristeza, una melodía de violín.
Al rato, estaba paseando sin rumbo por la ciudad, dando pataditas a una piedra. A veces, sentía que los demás le miraban por ser lo que era, pero no pasaba de ser un sentimiento, ya que en la ciudad había mucha gente mestiza y en general no llamaba la atención como en la escuela.
“¿Por qué las chicharras y las lagartijas no se llevan bien?” Se preguntó al dar una última patada a la piedra, que se coló en una alcantarilla. Miró al cielo, había algunas nubes y por el viento parecía que no tardaría en llover. No estaba seguro de querer volver a casa, pero de repente se sintió muy cansado y emprendió el camino de vuelta. “¿Por qué…?” Seguía pensando, cuando de pronto tropezó con algo. Era una libreta. Toto miró a los lados para ver si se le había caído a alguien, pero no había nadie, como si el objeto hubiera caído del cielo para él. “¿Estará… estará aquí la respuesta a mi pregunta?” pensó entusiasmado. Abrió la libreta, mas para su sorpresa todas las páginas estaban en blanco. Justo en ese momento, un pájaro extraviado se le posó en el hombro. Cuando llegó a su casa, empezó a escribir sobre él. Ya no se acordaba de la camiseta ni de las chicharras, de las lagartijas o de él mismo. Solo del pájaro… de los ojos negros del pájaro, que se hacían más y más grandes y le absorbían.

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