Hacer todo despacio:
coger el tren despacio,
pagar despacio,
dejar de querer despacio.
Que cuando estemos cocinando,
comprando el pan,
haciendo un trabajo
o simplemente leyendo
algo
y el corazón esté agitado entre las costillas,
temblorosas como manos,
nos digamos: “despacio… hacer todo despacio”.
y el pelo nos caiga despacio
y parpadeemos despacio.
Y que despacio se nos caigan las pestañas,
como deshojándose sin ser otoño
ni tristeza.
Y al pelear con alguien querremos gritarle
y golpear paredes, y lo haremos
pero despacio.
También las estrellas pasarán despacio
por el cielo, porque no hay prisa.
Y al mirarnos pedirán deseos y será
“haced todo despacio”,
como volar una cometa aunque
eso suponga que no vuele
en absoluto.
Y nuestro gato maullará pidiendo hambre
y nosotros le diremos “despacio… pídemelo despacio”.
Las bombillas se romperán despacio
y los cristales rasgarán dulcemente nuestra piel.
La sangre manará tranquila de nuestro cuerpo,
muy despacio, como si no existiera el tiempo.
Y lo contemplaremos con calma,
como quien mira el sol
en una tarde de verano
encegueciendo.
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