No
quiero que el sol me muerda otra vez, ahora que he dejado tendidas
algunas cosas que no espero que se sequen, pero así sé dónde están, no quiero que molesten. Hoy bailé desnuda sobre una inmensidad inaceptable,
comparé mis senos con el polen de las flores y me peiné el pelo con unas ramas
de las que se enredan en los dedos amarillos. No quiero que el sol me ladre
otra vez, que ya bastante daño hacen los andares ausentes sobre los andenes,
las escaleras que no saben si suben o si bajan ni a quién. Quiero que sople esa melodía en
mi oído una y otra vez, nana na nanana na, la he odiado tantas veces como a
aquel piano que agonizaba entre sus dedos mientras su alma florecía bajo mis
ojos de escarcha. Y sin embargo todo lo que nace muere y aquí estamos,
quejándonos de que nos piquen las abejas y se mueran, creyendo que la lluvia
que cae vuelve a caer, pero no, las gotas nunca son las mismas nunca. Todo lo
que necesitamos no existe, todo lo que existe no lo necesitamos, por eso me
permito escupirme y contemplar mis entrañas en el asfalto al lado de las hojas que
el otoño ha desahuciado. Matémonos un poco más con música, ella es quien nos falta
para sentirnos un poco vivos. Porque lo que no mata no hace vivir voy a cambiar
de melodía como si nada, voy a sintonizar cualquiera de los labios que me
acepten, voy a acechar cualquiera de los labios que me ignoren. Voy a cenar
patatas fritas, total, no hay nadie que vaya a decirme que cambie el canal de
mis recuerdos, aunque sé que estarán ahí cuando quiera escalar hasta las nubes
y me dirán que no es seguro y que no tengo alas pero yo sé que sí, lo que pasa
es que están mordidas, como aquella mariposa a la que le mordieron las alas y
no quiso suicidarse. Es una línea curva que asciende y que desciende para
bañarse un rato en el lago y luego vuelve a ascender esto que están haciendo
con nosotros que nos dejamos hacer. Cuándo perdimos el control sobre aquel
amanecer que no existe porque estamos vacíos porque estamos llenos. Y siempre queremos verlo pero nos quedamos encerrados en casa de nadie y preguntamos qué está mal. Dicen que
la gente que no piensa y yo sé que no, todos pensamos unos en naranjas y otros
en manzanos pero todos, todos sabemos cuándo debemos estar en casa para comer
aunque nadie nos espere. Y solo algunos encienden la tele mientras tanto, y
solo algunos sucumben en el bosque girando muy despacio sobre la punta de sus
dedos. Todo lo que quiero es girar en el bosque, muy despacio, bajo la punta
del cielo.
Genial. Jodidamente genial.
ResponderEliminar