Misteriosos pasos embadurnados de petróleo
recorren la ciudad, ensimismados.
Quieren encontrarse en su viscosidad,
pero un dios-demonio les aprieta con la mano
la cabeza y les impide levantarla.
Se les empiezan a caer los dientes,
no pueden pensar,
se asquean de ver tanto sus pies...
Suspiran.
Una retahíla de palabras que danzan en la niebla
surca rápido el espacio que contiene el aire
en la ciudad nocturna.
Ellos miran hacia los lados;
no ven nada, pero oyen
y se vuelven paranoicos como insectos.
Se suceden los días y las noches.
Todos se complacen
al mirar a las estatuas.
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