Ahora voy a comer leche con galletas como lo hacía el abuelo: troceándolas todas dentro y comiéndomelas con la cuchara cuando estén blandas...
Ahora me hundo en la más absoluta miseria al recordar que no está, ahora reuno a todos los pianos del mundo para que me lloren. Y recuerdo su jersey verde de lana, o de lo que fuera, pero sobre todo su risa, nuestras risas, que delataban, desnudos, nuestros sentimientos. Su risa, su risa sin dientes.
Podría olvidar cualquier cara menos la suya, ¿acaso no he olvidado la de Javi en cuatro días? Pero casi recuerdo cada arruga en el rostro de mi abuelo. Ojalá no recordar este dolor que siento ahora. Tan puro. Letal.
Abuelo... he comprado galleas María. Tienen fibra, pero no mucha. No saben igual, pero solo ven...
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