Me estoy lavando los dientes y leo en el bote de gomina de mi hermano “fijación fuerte”. Como mi mente. Esta mierda han debido de hacerla con trocitos de mi mente. Han hallado la fórmula y lo peor: no me han pagado. Me miro al espejo, me recojo un mechón negro de mi corto pelo tras la oreja.
-Estoy orgullosa de ti - me digo - por no creer en la reencarnación.
Creo que a la gente le aterra mucho volver a la tierra, que su cuerpo sea cubierto de gusanitos, no poder cerrar los ojos voluntariamente. De alguna forma se consuelan con que hay algo más, y sin embargo a mí me hace inmensamente feliz creer en que, por fin, me voy a dejar en paz de una vez por todas. Es eso, es eso lo que hace la vida maravillosa y única. Tú lo sabes. Sonríe.
Hace poco se me enredó una mariquita en el pelo. Imagina que te ves en el reflejo de un cristal cualquiera algo en el pelo, te llevas la mano descuidadamente para quitarte lo que quiera que sea, un moco, una cagada, lo que quiera que sea, y pum, una mariquita sin puntos negros. La miras muy fijamente, asustada, como quien posee un tesoro muy valioso y teme algo pero no sabe qué. La mariquita simplemente desplegó las alas y se fue. Al fin y al cabo era un ser independiente.
Ahora el baño está limpio y eso me hace sentir orgullosa.
-Estoy orgullosa de ti - me digo-. Cortarte el pelo fue una buena decisión.
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