Me
habló con sus patéticos labios manchados del carmín más rojo.
-Yo
soy la más defensora de los animales, los protejo del frío en nombre de la
ciencia, los cuido y los acuno si por la noche no pueden dormir por las
mutaciones, y aunque sean moscas las preparo su papilla nutritiva y controlo
sus vidas para que sean perfectas pues soy la más defensora de los animales. Yo
tengo el poder, yo creo el saber, estas moscas son mías, no las toques, son
necesarias para el Gran Avance. Soy toda bondad, canto canciones a los animales
y me pongo contenta de tanto que los quiero. La la la. No estés en contra de la
ciencia. Ven a bailar, la ciencia soy yo…
-Jamás
tocaré tus manos grasientas, tú no eres la ciencia, no puedes serlo, prefiero
la sangre de mil monstruos hambrientos. No me importa la vida de esas moscas,
aunque quisiera besar a esos ratones tan blancos. El destino de estas moscas
extrañas está en tus manos y el destino de la humanidad también. Si mueren unas
muere la otra y no lo puedo permitir. Debes morir, tú y todo tu séquito
terminaréis arrastrados por el barro de esa ciencia y las huellas que habréis
dejado por el mundo terminarán por pisaros las orejas. Y entonces comprenderéis
los límites, los conoceréis tanto pero ya será demasiado tarde para vosotros y
vosotras que lo dais todo por un pintalabios desgastado…
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