miércoles, 28 de agosto de 2013

En La Manga no.

El agua era casi cristalina, la arena no era del todo lisa, al andar podías pisar conchas u otras cosas que prefería no saber. A pesar de mi respeto al mar, no era la primera vez que me bañaba en una playa con tantas olas. Mi principal miedo era la posible presencia de criaturas marinas que pudieran atacarme. Nunca entendí por qué la gente se adentraba con tanta parsimonia en aquellas aguas salvajes; lo mínimo que podía suceder es que les picaran las medusas, y sin embargo era lo que más temían. Pero por lo general -y eso que siempre iba mirando al suelo o intentándolo- solo veía pequeños peces que resultaban inofensivos porque siempre huían cuando te acercabas. En realidad nunca llegó a atacarme ningún bicho, ni siquiera una miserable medusa. Nadie se explicaba mi acusado temor al mar, no obstante, a mí me resultaba lo más racional y prudente. ¡Cuántas muertes, cuántos avistamientos de animales peligrosos a lo largo de los años…! Así que me mantuve firme en mi temor, si es que me quedaba otra opción.
Esta vez iba, como tantas otras, procurando mirar el suelo a través del agua, no alejarme mucho de la orilla y esquivar cualquier cosa sospechosa (una alga, una sombra…). Había una fuerte corriente que te arrastraba hacia la derecha y, para mi sorpresa, más que asustar me divertía. Comencé a jugar con las olas lanzándome contra ellas o dejando que me arrastraran donde quisieran; pero mis temores no tardaron en aflorar de golpe. Algo me tocó el pie y chillé. No es éste un acto inusual, pues siempre lo hacía cuando algo me rozaba por debajo del agua, aunque fuera un objeto inerte y común.
Me dispuse a correr para alejarme del lugar cuando comprobé que la cosa “me agarraba”. El agua solo me llegaba a la cintura y hubo un momento de calma que me permitió, dentro de mi pánico, observar lo que era: una culebra. Del susto no pude gritar, me paralizó y lo siguiente que hice fue huir. Pero otras culebras, quién sabe cuándo y cómo habían aparecido, se enredaban también en mis piernas y me hacían tropezar. Su contacto era asqueroso; me rozaban con sus cuerpos viscosos como una caricia infernal. Agradecí que, después de todo, no me causaran otro daño más allá del psicológico. Entre tropiezo y tropiezo la corriente me arrastraba con cada caída y me alejaba más y más de nuestra sombrilla, pero a pesar de mis socorros nadie se inmutó. Aquello parecía no estar sucediendo para el resto del mundo.
Empecé a dar patadas a las criaturas: se alejaban pero inmediatamente volvían y se reían de mí, y yo miraba en todas direcciones, sobre todo hacia atrás. Mis mayores miedos siempre tenían su origen atrás, donde el mar se prolongaba hasta el infinito como una broma cruel, cruel y bella. Me aterraba pensar qué podía ocultarse ahí, ¡y el los tiburones! Se decía, y se creía firmemente, que nunca podrías encontrar un tiburón en esa zona del Mediterráneo, que las probabilidades eran ínfimas, lo cual me tranquilizaba, mas no lograba erradicar mi creencia de que acechaban en todas partes. Solo esperaban el momento oportuno. Por otro lado, no esperaba encontrarme uno jamás, pero cuando pensaba en ellos corría a refugiarme en tierra firme. Yo era el único de mi familia –tal vez del mundo- que sabía correr en el agua, no sé cómo aprendí.
Las culebras comenzaron a irse sin causa aparente, la descubrí cuando volví a mirar atrás. ¡Una aleta de tiburón! Se acercaba lentamente, porque sabía que por mucho que yo corriera conseguiría alcanzarme. Una agonía indecible se apoderó de mí. En un principio pensé que si no me movía quizás pasaría desapercibido, pero un segundo después decidí que lo más sensato era correr y corrí más rápido que nunca; como en todas las situaciones límite de la vida, no había tiempo para razonar ni lamentarse. Caí en un hoyo y el animal aprovechó el momento para atacarme, lo noté en cuanto hincó sus dientes en mi pierna. Maldigo la hora en que Dios dotó de tantos dientes a un solo animal, he barajado la hipótesis de que se confundió, o le sobraron, y no le quedó más remedio que dárselos a esta bestia. Mi grito desgarrador no alertó a nadie, seguí avanzando hasta la playa, tan cercana y tan imposible, arrastrándome con el tiburón coleando violentamente sin soltar mi carne. Me pregunté por qué no me la arrancaba ya de cuajo y acababa con tanto dolor. Todo a mi paso se volvía rojo, y yo estaba a punto de desfallecer. Un instante después ya no había dolor, solo una sed terrible y un absurdo desolador.


Caí, pero lo conseguí. Estuve muerto sobre la arena y al abrir los ojos vi las estrellas. Porque era de noche y porque me faltaba media pierna. Ya no había nadie allí, ni siquiera las cobardes culebras que se habían aliado con el diablo. ¿Y yo…? ¿Acaso alguien puede asegurar que estaba yo?

3 comentarios:

  1. Hola, soy The Analizador, he estado analizando concienzudamente su blog durante varios minutos y he llegado a varias conclusiones de vital relevancia que me gustaría que usted tuviera en cuenta para hacer los cambios que considere pertinentes:

    - El fondo es soso, no expresa más que su pereza y conformismo respecto a la estética de su sitio web.
    - La tipografías utilizadas son frívolas.
    - No hay ningún gadget para etiquetas, entradas más visitadas, blog leídos, etc; bien situado, están todos abajo y no se aprecian en un primer vistazo, Esto da una imagen pobre de su sitio web.
    - El título de su blog “Marcas Invisibles” se lee muy mal con esa tipografía y ese color en la cabecera. Así mismo, considero oportuno mencionar que si su blog se llama Marcas Invisibles no tiene mucho sentido que la url sea nubeliquida.blogspot.com, esto confunde y no queda claro cuál es el verdadero nombre por el que le gustaría que reconociera el público su sitio web, su marca. Esto es importantísimo.
    - Los comentaristas habituales le dan muy mala imagen, pues generan un entorno conflictivo e inseguro con el que un nuevo visitante podría sentirse incómodo y no volver o no comentar a pesar de tener puntos interesantes que aportar. Tal vez debería plantearse la censura fascista y bloquear a estos usuarios vulgares y reprimidos sexuales.
    - Debería añadir el número de visitantes que frecuentan su blog, sin ello da la sensación que se avergüence de ser una estrella.

    Saludos,

    The Analizador

    PD: Son 47 euros con 50 céntimos. Puede depositar mi salario en cualquier contenedor de basura y yo mismo iré a recogerlo.

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  2. Perdona, no he podido evitar leer el comentario de The Analizador y la indignación ha recorrido mis venas como caballos desatados. ¿Quién se cree usted para insultar a los comentaristas habituales de este blog con esa desfachatez? No sé de dónde mierdas se saca que generamos un clima de inseguridad y conflictivo, pero debería tener más cuidado la próxima vez, porque tengo su IP y voy a encontrarle para romperle las piernas y a reventarle el cráneo a pisotones, pedazo de burgués elitista. Es una falta de respeto total llegar a un sitio y decir que huele a pobre, mierda, negro, drogadictos y toda clase de escoria social, incluso aunque ciertamente el lugar lo frecuente esa clase de gente, eso no tiene nada que ver. ¿Acaso piensa usted que a los negros y los drogadictos quieren saber todo el tiempo que lo son y que se lo recuerden constantemente? La gente, para ser feliz, a menudo necesita evadirse, y usted lo está impidiendo, es un claro obstáculo para la felicidad de los desgraciados y por ello merece nuestro rechazo. Además, todo lo que ha dicho es una sarta de tonterías desde la H hasta la O. Le advierto de que la próxima vez que se le ocurra hablar así en el blog de mi amipeja tal vez no termine con vida su comentario.

    Saludos.

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  3. The Analizador:
    Es usted patético. Primero por visitar mi blog y segundo por intentar mejorarlo. Abrase visto.
    El fondo es así porque me lo recomendó Dios, y en cuanto a la cabecera, demuestra usted que no es muy avispado: precisamente lo que pretende conseguirse -sin mucho éxito, he de decir- es que se fusione más o menos con lo demás y dé la sensación de ser INVISIBLE, como tu inteligencia.
    El blog en un principio se llamaba como la url, pero me entró nostalgia de mi anterior blog y decidí recuperar su nombre al menos en la cabecera. Por lo que creo que debería respetar mis sentimientos, si no le importa.
    No voy a pagarle ni a dedicarle más tiempo porque estoy comiendo menestra de verduras. Estoy segura que lo entenderá.
    Saludos.

    Malvado Dylan:
    Me ha gustado la comparación de los caballos desatados, aunque es pequeña tiene mucha fuerza. Como tú. Me hiso reír. Me resultó tan buena la frase que no necesité leer nada más porque con ella voy satisfecha el resto del día.
    Gracias por pasarte una vez más.

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