martes, 3 de enero de 2017

La escuelita

A mí nunca me enseñaron
de dónde vienen las lentejas,
y sin embargo tuve que estudiar
una ingente cantidad de reyes
que no me interesaban para nada
(aún hoy
lo único que me interesa de ellos
es que desaparezcan.
Pero que no se lleven
el roscón).
A día de hoy,
si mi dedo gordo
decide asomarse a través
del calcetín
tengo que tirarlo
porque tampoco me enseñaron
a coser
en ese lugar llamado escuela.
No me contaron que hay cremas
que pongo sobre mi piel
que tienen ingredientes
que matan.
Tuve que aprender yo sola
la lógica del sistema electoral,
y eso que estamos
en lo que llaman democracia.
En general,
a pensar me ayudaron poco,
y tuve que aguantar
día tras día
la insoportable competición
por unos mediocres resultados,
además de una horda de muchachxs
crueles e incivilizados.
Lo que sí les agradezco
-y esto
no me queda otra que reconocerlo-
es haberme instruido
en el noble arte de leer
y escribir.
Actualmente
no sé soñar de otra manera.
Y donde digo sueño digo
adiós mundo,
hola preciosa irrealidad.

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