Yo he comido mucha soledad
a lo largo de toda mi vida.
Se me ha llenado la boca de ella,
no podía tragar más
y aun así me la seguía comiendo.
Yo he gritado a la gente
“¡estoy sola!”
y como no me escuchaban
se lo empecé a gritar a los papeles.
Yo me he pegado
en la cara puñetazos
a causa de esta soledad.
He dejado de comprender el mundo
al estar sola
y al mismo tiempo
Yo, tan joven,
con canas ya en el alma.
Yo he vomitado soledad
por los cuatro costados
y todavía lo hago
de vez en cuando.
Y tú también lo haces.
Y no se librará nadie.
Pero no temas:
la soledad tan solo es el camino
de regreso hacia una misma.
Si no te sientes bien ahí
no busques bifurcaciones
ni precipicios donde lanzarte,
sigue caminando
-y cambia mientras tanto-,
sigue,
sigue,
sigue,
hasta que te acabes follando
contra un árbol
y todo lo demás
te parezca más mediocre,
menos infinito
que tu propio amor
volcado hacia ti misma.
Entonces descubrirás
que la vida es de barro
y que tú
tienes unas preciosas manos
de artesana.